Katalin Karikó es el nombre de la científica que durante 30 años investigó tratamientos y vacunas basadas en la molécula del ARN, exactamente los mismos estudios que permitieron el desarrollo de la vacuna contra el covid-19.

Su idea solo consiguió rechazos tras rechazos. “Recibía una carta de rechazo tras otra de instituciones y compañías farmacéuticas cuando les pedía dinero para desarrollar esta idea”, cuenta la bioquímica de 65 años.

En la década de 2000, Karikó seguía recibiendo rechazos. Sin embargo, un encuentro fortuito con Drew Weissman, un científico experto en VIH, que quería la vacuna contra el virus del sida, cambió el destino.

Weissman acogió a Karikó en su laboratorio para que lo intentase con ARN mensajero. En 2005 lograron grandes avances pero su trabajo volvió a ser ignorado.

Ambos científicos patentaron sus técnicas para crear ARN modificado, pero la Universidad de Pensilvania decidió cedérselas a la empresa Cellscript.

En 2010, una empresa de nombre Moderna compró los derechos sobre las patentes de Karikó y Weissman. Casi al mismo tiempo, otra pequeña empresa llamada BioNTech adquirió varias de las patentes sobre ARN modificado de Karikó y Weissman para desarrollar vacunas contra el cáncer.

Ahora Moderna y BioNTech han recibido cientos de millones de euros de fondos públicos para desarrollar en tiempo récord sus vacunas de ARN mensajero.

En 2013, tras casi 40 años de trabajo prácticamente anónimo, Karikó fue captada por BioNTech, de la que hoy es vicepresidenta. Weissman dirige el instituto público que ha desarrollado la vacuna junto a Moderna.

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«En verano probablemente podremos volver a la playa»

Las vacunas de Moderna y BioNTech, desarrollada junto a Pfizer, han demostrado una eficacia de al menos el 94%.

La bioquímica explica porque estas vacunas «nos van a sacar de esta pandemia».

“La vacuna protege apenas 10 días después de la primera dosis, cuando la protección es del 88,9%. Con la segunda dosis aumenta al 95%.», asegura la científica.

«Hemos sacado sangre a los vacunados en los ensayos clínicos y hemos creado réplicas de todas las variantes del coronavirus que hay por el mundo», resalta Karikó.

Explica que la sangre de estos pacientes, que contiene anticuerpos, ha sido capaz de neutralizar 20 variantes mutadas del virus.

«Con más de 3.000 muertos diarios en EE UU no me cabe duda de que la gente se va a vacunar. Especialmente los mayores”, considera.

«En verano probablemente podremos volver a la playa, a la vida normal» refiere la científica.

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¿Karikó recibirá el Premio Nobel de Química?

Derrick Rossi, uno de los fundadores de Moderna, dijo a la revista STAT que Karikó y Weissman deberían recibir el Nobel de Química.

Kenneth Chien, biólogo cardiovascular del Instituto Karolinska en Suecia y también cofundador de Moderna, está de acuerdo con Rossi.

«Todas las empresas de ARN mensajero, incluida Moderna, existen gracias al trabajo original de Karikó y Weissman», refiere.

Explica que sin el descubrimiento de ambos, las vacunas de ARN no estarían tan avanzadas como para poder enfrentar esta pandemia.

La creadora de la vacuna contra el covid-19 también tiene detractores

Hans-Georg Rammensee, inmunólogo de la Universidad de Tubinga descredita a Karikó. “Kati no es la pionera, sería ridículo considerarla como tal”, considera.

Asegura que su equipo demostró en 2000 que una inyección de ARN sin modificar generaba una respuesta inmune positiva en ratones. “Buscábamos una vacuna contra el cáncer”, refiere.

Ese mismo año, Rammensee cofundó una empresa para desarrollar la vacuna, “pero el proyecto tardó mucho en despegar porque no había financiación”, explica.

Rammensee considera que ni ese ni ninguno de los otros avances de Karikó han sido determinantes.

“Sin nuestro estudio de 2000 no se habrían fundado ni Moderna ni Biontech, pero ellos han sido más rápidos en el desarrollo”, señala en relación al desarrollo de la vacuna contra el covid-19.

¿Cómo fue la vida de la creadora de la vacuna contra el covid-19?

Karikó nació en Hungría en condiciones muy humildes. Creció en una casa de adobe sin agua corriente ni electricidad, publica un reportaje del diario El País.

Su padre era carnicero por lo que la científica considera que de él sacó la vena científica. «Me gustaba mirarle trabajar, observar las vísceras, los corazones de los animales», cuenta.

Estudió biología en Hungría, y luego fue a EE.UU. para hacer el doctorado en 1985. Jamás regresó a su país natal. Actualmente vive en Filadelfia.

«En los últimos 40 años no he tenido ni una recompensa a mi trabajo, ni siquiera una palmadita en la espalda. No lo necesito. Sé lo que hago. Sé que esto era importante», cuenta Karikó en una entrevista concedida al diario español.

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