Terremoto 8.8 en Rusia: esta es la altura que pueden alcanzar las olas de un tsunami
El terremoto en Rusia reaviva el temor a tsunamis y megatsunamis. ¿Hasta dónde puede crecer una ola y qué tan destructiva puede ser?
Las olas del mar han despertado admiración y temor desde tiempos ancestrales. Y hoy, tras el sismo de magnitud 8,8 ocurrido en Rusia, esa dualidad se hace evidente. Las alertas de tsunami en el océano Pacífico han obligado a evacuar miles de personas, recordándonos que las olas, más allá de su belleza, pueden convertirse en un poder destructivo imparable.
¿Qué es una ola sísmica y cómo nace un tsunami?
El terremoto más potente de la historia, el de Valdivia en 1960, liberó una energía similar a 20.000 bombas atómicas. Aunque en mar abierto este evento generó una ola de apenas 4,55 metros, esa altura se elevó hasta 1,7 kilómetros al llegar a la costa, debido al llamado efecto shoaling: un fenómeno que amplifica las olas al encontrarse con aguas poco profundas.
Sin embargo, la ola real en esa ocasión alcanzó solo unos 10 metros, ya que el epicentro fue en tierra y la energía se dispersó. Aun así, fue devastador: el tsunami cruzó el Pacífico y causó más de 2.000 muertes en Chile, Perú, Hawái y Japón.
¿Cómo se forman las olas comunes?
En condiciones normales, la mayoría de las olas se forman por acción del viento. Su tamaño depende de la velocidad del viento, su duración y el área sobre la que sopla. Pero incluso con vientos extremos, la física impone un límite: cuando la altura de la ola supera 1/7 de su longitud, esta se vuelve inestable y rompe.
Al acercarse a la costa, las olas se deforman: el fondo marino frena su base mientras la cresta sigue avanzando, haciendo que rompan. En zonas poco profundas, la altura máxima de una ola no puede superar el 88% de la profundidad del agua. Por ejemplo, en una playa con tres metros de profundidad, la ola no debería superar los 2,64 metros. Estos cálculos son usados habitualmente en ingeniería costera.
Olas monstruo: cuando el océano rompe sus propias reglas
Aunque la ciencia ha identificado límites, el mar a veces sorprende con olas excepcionales, conocidas como olas monstruo o rogue waves. Estas olas, que pueden duplicar o triplicar el tamaño del oleaje habitual, son impredecibles.
Una de las más famosas fue la ola Draupner, registrada en 1995 en el mar del Norte por una plataforma petrolera. Alcanzó 25,6 metros de altura y demostró que estos eventos no eran simples leyendas de marineros. Hoy se sabe que pueden generarse por la combinación de varias olas, interacción con corrientes o causas aún no comprendidas del todo. Aun así, en mar abierto rara vez superan los 30 metros.
Megatsunamis: cuando la Tierra lanza olas descomunales
Más allá de los tsunamis clásicos, existen olas que nacen de eventos geológicos violentos, como desprendimientos de tierra, colapsos de glaciares o impactos de meteoritos. A estas se les conoce como megatsunamis.
Uno de los casos más impactantes ocurrió en 1958 en la bahía de Lituya, Alaska, cuando un terremoto provocó el desprendimiento de una montaña. Más de 30 millones de metros cúbicos de roca cayeron al fiordo desde 900 metros de altura, provocando una ola de 524 metros.
Este fenómeno fue local y no afectó mar abierto, pero la energía liberada fue descomunal, algo que solo podría repetirse por eventos excepcionales, como el impacto de un gran asteroide.
¿Existe un límite para el tamaño de una ola?
En teoría, la altura máxima de una ola depende de su energía cinética y potencial. Si consideramos una ola solitaria —o solitón— generada por un sismo o meteorito, y conocemos su velocidad o anchura, podemos hacer estimaciones.
El meteorito de Chicxulub, que causó la extinción de los dinosaurios, liberó una energía equivalente a 67.000 millones de bombas de Hiroshima. Algunos estudios estiman que pudo generar una ola de hasta 1 a 3 kilómetros de altura en costa, aunque el cálculo físico máximo sugiere una ola de hasta 16 kilómetros, algo que en la práctica parece inalcanzable.
El mar tiene sus límites
Aunque las olas parezcan infinitas, no lo son. Están condicionadas por leyes físicas que dependen de la energía, profundidad y distancia. En condiciones normales, difícilmente veremos olas mayores a 30 metros.
Los tsunamis y megatsunamis pueden superar esas cifras, pero ocurren en contextos extremos y muy poco frecuentes. Por eso, aunque las olas puedan maravillar o atemorizar, es la ciencia la que finalmente nos ayuda a entender hasta dónde puede llegar su fuerza real.