Claudia di Girolamo recordó con emoción a Héctor Noguera y reveló el profundo lazo que los unió desde su juventud en el Teatro Ictus.
Con sentidas palabras, la actriz Claudia di Girolamo rindió homenaje al fallecido Héctor Noguera, recordando los años de amistad, aprendizaje y amor por el teatro que compartieron desde sus inicios en el Teatro Ictus.
“Hombres como Héctor Noguera y mi padre, Claudio di Girolamo, hombres que han trabajado y luchado tanto por sus convicciones artísticas, no los vence la muerte. Nos enseñaron demasiado. Van a estar siempre dentro de nosotros”, expresó la destacada intérprete en declaraciones recogidas por The Clinic.
Un vínculo que nació en el Teatro Ictus
Di Girolamo relató que conoció a “Tito” Noguera siendo apenas una adolescente.
“A Tito (Noguera) lo conocí en el Ictus cuando era cabra chica, igual que a la Amparo y a la Piedad, sus hijas, que también usaban uniforme. Conocí a Isidora Portales, su primera mujer, productora del Ictus y gestora cultural”, recordó.
Ese primer encuentro marcó el inicio de un lazo que trascendió lo profesional. “Fue un lazo que quedó para siempre. Tito estuvo siempre en mi familia. Su casa, sus hijas, sus conversaciones fueron parte de mi formación”, agregó.
“Un compañero perfecto, sin ego ni máscaras”
La actriz también evocó los años compartidos en el escenario y la manera en que el actor inspiró a generaciones con su ética y humildad.
“Con él aprendí de teatro y de su manera de entender el arte; cómo se abrió paso, cómo imaginó años después el Teatro Camino, cómo formó generaciones de actores”, señaló.
En su relato, destacó las cualidades humanas de Noguera: “Un compañero perfecto: tranquilo, sin ego, sin máscara. Humilde, un trabajador del teatro, un artesano. Los desayunos eran como en una casa: conversar, reír, compartir. No hacía falta repasar textos: ya los tenía. Era familiar”.
El legado del Teatro Camino
Di Girolamo también resaltó el compromiso comunitario de Noguera, especialmente con el Teatro Camino, fundado por él en Peñalolén.
“Tenía una actitud notable frente al arte y la comunidad. No le interesaba estar en Providencia o Las Condes: quiso Peñalolén”, afirmó.
“Un teatro donde no había teatro, con talleres, charlas, juegos escénicos. Puro empuje y convicción. Un diluvio lo botó entero y él lo levantó de nuevo. Es un espacio único, una obra arquitectónica y total”, añadió con admiración.
Un adiós pendiente, pero un legado eterno
La actriz lamentó no haber podido despedirse personalmente del actor: “No pude despedirme de él porque yo no estaba bien. Cuando murió mi padre, él me llamó: estaba muy afectado y me dijo palabras hermosas. Después ya no hablamos más”.
Finalmente, reflexionó sobre la huella que dejaron ambos artistas en su vida y en el teatro chileno:
“Creo –volviendo a lo que decía al inicio– que él, mi padre y otros de su generación son seres tocados por algo especial del arte. Nos permitieron comprender la artesanía teatral, y gracias a eso resistimos mejor: entendimos que el teatro va más allá de la fama y la crítica. Abrieron Camino como una religión existencialista. No podían vivir sin eso”, cerró emocionada.

